En el cuidado que damos a las personas estamos perdiendo nuestra esencia en favor del uso cada día más indiscriminado de la tecnología.

Por mi experiencia en estos -ya casi- últimos doce años en una unidad de reanimación cardíaca, algo me dice que lo estamos haciendo MAL, muy mal.

Diagnósticos, ingresos hospitalarios, paso y paso por el quirófano y de nuevo ingresos, en los que no faltan los mejores medios y condiciones para un buen cuidado. Y sin embargo, algo estamos haciendo mal: todo al servicio del paciente pero sin el paciente.

¿De qué nos sirve toda la tecnología del mundo; los mejores hospitales y los profesionales mejor formados, si hemos olvidado “sentarnos” al lado del paciente, escucharlo y explorarlo? Pues eso, volvamos a recuperar la palabra. Con la palabra se cuida, la palabra cura. Utilizar el lenguaje universal del corazón, poner más atención en “el otro”, conectar con él con escucha activa y presencia plena; será entonces el mejor de los cuidados que podamos dar y recibir. Receta muy sencilla. Está en nuestra mano. Necesitamos el conocimiento de todas las partes, necesitamos unos de otros. Tenemos que dar el paso en la toma de decisiones compartidas. Es importante mantener una relación terapéutica basada en la confianza mutua y en una comunicación fluida entre nosotras y los pacientes. Las enfermeras estamos entrenadas para desarrollar una serie de habilidades y destrezas comunicativas: “saber que decir, cómo decirlo y qué hacer ante cualquier situación en la que, lo que esté en detrimento no sea sólo el ámbito físico o social del individuo, sino el psicológico”.

En otro orden de cosas, cuidar en el s. XXI no es tarea fácil, implica responder a las necesidades particulares de la persona y de su entorno. El entorno actual de la salud se caracteriza por el conflicto entre las restricciones económicas y la creciente necesidad y demanda de cuidados de la población, teniendo importantes repercusiones para esta última cuando los sistemas sanitarios “desatienden los cuidados”. Y es así que está demostrado “cómo disminuyen la incidencia de problemas sanitarios y los índices de mortalidad en pacientes, cuando son cuidados por profesionales enfermeras con un alto nivel de formación”.

Se hace necesario rediseñar hoy un futuro inteligente para nuestra profesión. Conseguir la calidad en la atención de la salud a través de los cuidados de enfermería y poner de relevancia su valor.

Va siendo hora en tener claro que el reconocimiento deberá venir de la aprobación que de su actividad le da a quien cuida y que atiende, y no sólo de la consideración de otros profesionales, organizaciones o colectivos.

Hoy es todavía desalentador, aunque tengamos representantes en las organizaciones y en instituciones específicas de la profesión, pues no se ha logrado consolidar la intervención efectiva en la toma de decisiones dentro de la estructura del sistema de salud.

Antes de preguntarnos qué espera la ciudadanía de las enfermeras, es determinar -en muchas ocasiones- lo que la enfermera está dispuesta a ofrecer. Encontramos continuas referencias a la importancia del cuidado de las enfermeras para el mantenimiento y mejora de la vida humana, sin embargo, son menos los estudios referentes al valor social de la enfermería y cuál es la visión de la sociedad respecto a la labor de la misma. Y ello depende del propio colectivo, con sus componentes individuales, de manera que el grado de conciencia individual respecto a la profesión determinará en gran medida los resultados de la labor colectiva.

Que como profesión busquemos un reconocimiento social dice mucho de nosotras, porque si una profesión no reconoce lo que ofrece a la sociedad y el papel que representa genera un sentimiento de malestar en quienes forman parte de ella; pero también la demanda de este reconocimiento se convierte en muchos momentos en un afán más de autoafirmación que en demostrar y fortalecer lo que representa y ofrece la profesión.

Las enfermeras estamos aún lejos de ser protagonistas en las políticas públicas de salud. Aunque seamos el colectivo más numeroso del sistema sanitario no es suficiente para tener un lugar de opinión sobre las situaciones de salud y de tomar decisiones. Nos falta empoderamiento y actitud, con querer y poder no basta.

Hoy se hace necesario que las enfermeras  nos preocupemos y otorguemos la importancia que adquiere el transmitirlo en todo lo que hacemos. En nuestra profesión  siempre debe percibirse que perseguimos la excelencia. Las personas y el conjunto de la sociedad se benefician de nuestras aportaciones, pero debemos hacer más, hay que infundir conciencia social en cada enfermera. Nuestros esfuerzos deben ir encaminados a buscar alternativas para tener una mayor participación en la formulación de políticas de salud y ser líderes en ello.

Es por ello que… ¡VA SIENDO HORA DE CAMBIAR!