Agradezco a Fer Campaña el haberme invitado a su casa para aportar mi visión del futuro de las enfermeras. Tras muchísimos años dedicándome a la docencia, no puedo dejar de tratar este tema en un día emblemático como éste.

Hace unos días asistíamos a la jornada #Gandia20 y allí salieron a la palestra varios aspectos que deberían preocuparnos a todos. A mí, personalmente, me inquietó saber que cada vez menos enfermeras tienen interés por dedicarse a la docencia y a la investigación ya que las condiciones laborales en las universidades públicas no son precisamente atractivas a nivel económico. Si a esto le sumamos la gran presión que soportan los futuros docentes: publicación de artículos en revistas de impacto, largos años invertidos en realización de tesis doctoral, estancias de investigación, asistencia a congresos internacionales y la dificultad para conseguir un contrato estable, la cosa se complica y mucho. Si, además, añadimos a todo esto que la metodología docente universitaria sigue siendo la misma que hace varios siglos y que todo cambio supone un esfuerzo sobrenatural a nivel institucional, nos encontraremos que aquellas enfermeras creativas y con afán de cambiar las cosas, aquellas que podrían ser excelentes profesoras, acabarán quemándose y abandonando sus aspiraciones docentes para volver al mundo asistencial.

Todo esto nos deja casi en una situación de desamparo, ¿quién va a formar a nuestras futuras enfermeras si nosotras no lo hacemos? ¿Quién va a construir y hacer crecer nuestro campo de conocimiento si no investigamos en nuestra propia disciplina? La respuesta a estas cuestiones no resulta sencilla y por supuesto, no existe una única alternativa válida.

Suelo preguntar a mis alumnos sobre sus proyectos para el futuro y curiosamente, nunca incluyen la investigación o la docencia entre ellos. Es evidente que nuestro colectivo debe liderar iniciativas que promuevan la investigación y la docencia entre los más jóvenes, es nuestra responsabilidad para con las generaciones futuras. Debemos transmitirles la importancia de hacerlo, pero también, transmitir la belleza de esta otra faceta, inherente a la ciencia enfermera. (No obstante, no es tarea fácil, de hecho, mi madre sigue sin entender que soy enfermera pero que no trabajo en un hospital…).

Por supuesto, también resulta crucial que las instituciones, el Estado y las administraciones sanitarias, así como las universidades y colegios profesionales trabajen conjuntamente para impulsar la docencia profesional y de calidad en nuestro ámbito (soy consciente de que esta parte es casi ciencia ficción, pero trato de ser optimista).

Lo que sí es interesante plantearse, es que otro tipo de formación es posible (que voy a decir yo si esa ha sido siempre mi pasión), no necesariamente tal y como la conocemos hoy en día, sino más informal, más abierta, más enfocada a los intereses de las personas y su entorno. Debemos tender a una educación para la vida, continuada y permanente, ágil y colaborativa, hiperconectada y actual. La universidad debe ser capaz de adaptarse a estos cambios, tal y como indicaban en la Vanguardia hace unos meses, o no podrá dar respuesta a la sociedad que viene. Las enfermeras deberán formar parte de esta transformación para garantizar así la continuidad de nuestra ciencia y de nuestra profesión.