Hasta la decencia hemos llegado.
Tras leer el recopilatorio del “invierno enfermero” que Juan F. Hernández que recoge en su post “Del silencio a la palabra” dónde comenta tres entradas recientes de blogs enfermeros (entre los que se encuentra Nuestra Enfermería) y que cuestionan una idílica imagen de la profesión; vienen a mi sentimientos contrapuestos. Desde aquí agradecer a Juan F. Hernández el que se fije en este rincón.
Por una parte intento ver, a través de quiénes leen este blog, si alguien cree en la esencia enfermera con la entrada te atreves a definir Nuestra Esencia? . El ejercicio creo que puede ser bueno, definirnos a nosotros mismos es bueno. Mirarnos al espejo y describirnos, nos puede ayudar a ver quiénes somos. Somos lo que hacemos, y así somos vistos. Las manchas en nuestra profesionalidad suelen surgir porque nos manchamos. Si somos descuidados y no prestamos atención posiblemente acabemos así, manchados. Manchar una reputación es simple y para ello es preciso de unos pocos descuidos. Una reputación profesional “manchada” nos es fácil de recuperar y “limpiar” socialmente. Para ello es necesario mucho esfuerzo.
La enfermería siempre nada a contracorriente, desde el principio y la educación de los profesionales no queda exenta. Dista mucho la figura y la imagen que creaban mis ojos ante mi idea del yo enfermero, al yo enfermero que soy hoy. Pero de una cosa estoy seguro, que este yo de hoy va a cambiar en tiempos futuros. Me entristece encontrarme con futuros enfermer@s que durante su estancia en prácticas, ya te dicen que los planes de cuidados estandarizados ni se usan ni sirven, ¿dónde aprenden eso?, lo hacen de nosotros. Pero si me miro a mi espejo, ¿distaba mucho mi opinión de la que tienen estos cuando yo estudiaba? Posiblemente NO, y es un horror. Aprender a cuidar me enseñaron en la universidad ( y muy bien), pero la actitud de cuidar de manera exquisita ( como lo haría para mi mismo), la aprendo a través del día a día, del contacto con el paciente y los compañeros. Mirándome y preguntándome que hago y cómo lo hago.
En un comentario reciente de Virginia Salinas, liga la esencia a la persona y define que lo “importante es aspirar a ser mejores profesionales, desarrollar los mejores cuidados profesionales y alcanzar buenos resultados en salud.” Claro que Virginia es enfermera, sabe lo que dice y se mira mucho, mucho al espejo, su reflexión lo muestra.
Las reflexiones de quienes nos miran, y no son enfermeras son sorprendentes, y sorprendentemente útiles. Juan F. Hernández destapa el tarro de las decencias:
“No es un problema de esencia, sino de decencia profesional. Y quienes tratan con ellas (pacientes, familias, médicos, directivos) lo saben bien y, por ello, están lastrando la imagen social y el potencial de progreso de la Profesión Enfermera.”
Realmente lo que se identifica con “indecencia profesional” son actitudes mecánicas y acomodadas, que reducen el cuidado a su mínima expresión, a la técnica en sí. Que tiene mucho que ver el contexto sociocultural, si y no, escusas tenemos para todo. Nos tenemos que mirar más al espejo y preguntarnos día a día. ¿Entendemos lo que estamos haciendo?
Existen, aunque parezca mentira, algún estudio sobre el tema. El estudio Postura de la enfermera ante su quehacer profesional, habla de a postura de la enfermera ante sus quehaceres lo que constituye un punto de vista personal construido a través de la crítica. El objetivo del estudio es identificar la postura de la enfermera ante su quehacer profesional. Y como conclusión de los resultados encontrados en el estudio se llega a pensar que es muy probable que se realice un quehacer enfermero más rutinario con poco ejercicio analítico, crítico y autocrítico.
Esta conclusión no está reñida con la profesionalidad, ni con la decencia profesional. Pero el no ser autocríticos, el no pensar qué y porqué estamos haciendo cada momento puede hacer que nos miren mal, destapando el tarro de las decencias.
Fernando Campaña Castillo, Editor de Nuestraenfermeria.es
Fotografía portada, Algunos derechos reservados por maitecastillofotografia
Hola Fernando:
Por alusión me vuelvo a sentir obligada a contestar. Lo primero es darte las gracias por tus palabras, pero el vestido que me calzas me viene grande, ya que disto mucho de ser buena profesional, aunque quiero aspirar a serlo. Otra cuestión es que desde la asistencia directa o de trinchera, como se le nombra popularmente, la mirada observadora del espejo, como tu haces alusión al reflejo que proyectamos, debe ser continua y necesaria para avanzar o aspirar a ello. Cuestión con la que estoy muy de acuerdo. Es decir, autocrítica.
Leyendo el blog de Juan F. Hernández, estoy mucho más en consonancia con la decencia profesional, como tu también destacas que con la esencia profesional o enfermera, como ya te aporté en el anterior post. Pero ya que surge la idea de la esencia, lo que si opino es la crisis grave de la «esencia personal», y cómo esta puede afectar a la profesión. Y me explico: Me encantan las metáforas y para esto tengo una gráfica: Piensa en una prensa de percusión de libros ante el proceso de encuadernado. Donde ese volante que aprieta el tornillo son esas altas esferas financieras, económicas y políticas que ejercen presión sobre cada libro, es decir, cada nivel de la pirámide de poder, de manera que las administraciones presionan, los gestores presionan, los profesionales presionan y al final de esa prensa, se halla el libro más vulnerable del sistema asistencial, el paciente. Son muchas las ocasiones escuchadas en el contexto actual, «si no me van a pagar pues hago lo justo… o que lo hagan «ellos» (Políticos?, gestores?)… o sólo hago aquello más estricto, total, para lo que me pagan…». Es decir, nos han dañado las esencias personales, nos han hecho creer que somos responsables, pero que no lo merecemos, y actuamos como víctimas y verdugos, de manera que ese daño se refleja en la profesión. Yo creo que hasta que no entendamos que la presión asistencial, la falta de contratación y recursos, los recortes salariales, etc, no podemos arrojarlos contra los más débiles o ese «último libro a encuadernar» sino que deben volver a ser lo prioritario y el origen de nuestros cuidados, aunque nos empeñemos en desplazarles para centrarnos en mirarnos y re-mirarnos, de manera que podemos ocasionarles daño por acción o por omisión, que es lo que se aprecia en esas tres entradas recientes de blogs enfermeros: La omisión de no hacer lo que tenemos que hacer y hacerlo de la mejor manera posible.
Un abrazo. V Salinas.
Gracias, Fernando, por tu alusión. No pretendo, ni nunca lo he pretendido, ser una suerte de «hermano mayor», «coach» o algo similar (no tengo la más mínima vocación terapéutica; si no, igual hubiera sido enfermera o médico; de hecho empecé a estudiar medicina antes que sociología y descubrí que no me interesaba mucho). Pero sí que tengo un gran aprecio personal e intelectual por vuestra profesión, cosas de una biografía y unas vivencias que ya, a mis 58 tacos, es larga y variada. La entrada que comentas me la disteis hecha vosotros; mi único «mérito», si acaso, es tener las orejas abiertas y los ojos dispuestos a escuchar y leer vuestras historias. Es decir, interesarme DE VERDAD y no solo de boquilla por vuestra realidad. Y si mi visión y mis opiniones ocasionan algunas ondas en lo que a veces me parece un estanque demasiado plácido, pues mejor que mejor, espero. Un abrazo y de nuevo, gracias.
[…] Con sus entradas Recuperar la esencia enfermera Firmada por Meritxell Sastre @txellsastre10 y El tarro de las decencias firmada por el propio Fernando, y parace y que de momento lo cerramos […]