¿Os gusta la filosofía? Yo no me considero ningún tipo de filósofo, aunque algo aficionado. Y quizás un poco torpe en las deducciones filosóficas. Pero en este artículo voy a intentar hacer mis deducciones, a raíz de una noticia aparecida en medios especializados en el sector sanitario.
La noticia en sí, sin profundizar en ella destaca que el Servicio Navarro de Salud “negocia que sanitarios de más de 55 años no hagan turno nocturno”, aquí disponéis del link. Sin embargo al adentrarnos en la misma podemos leer las diferentes reformas que se están preparando en dicha comunidad. En el último párrafo, se puede leer lo siguiente:
Finalmente, destacan otras dos modificaciones: las Jefaturas de Unidad de Enfermería pasan a denominarse Jefaturas de unidad asistenciales no médicas, por lo que podrán ser ocupadas por personal de otras categorías (por ejemplo, por los técnicos sanitarios, que podrán aportar su experiencia y formación en unidades donde son mayoría o una parte importante del personal). También se crea la figura del coordinador en el SNS.
Un cambio de denominación y una explicación, que bien podría aplicarse a instancias consideradas “superiores”, aunque sólo sean de diferente nivel. Siempre he defendido y creído que jefaturas y puestos de responsabilidad, deberían ser ocupados por aquellos preparados para el hecho. Entiendo que la experiencia y la formación (sobretodo en la gestión) son imprescindibles. Y ésa norma se podría aplicar para Jefaturas o incluso Gerencias, ocupadas por personal de perfil más gestor, preparado en ello, ya sean médicos, enfermeras u otros profesionales.
El uso de las palabras.
Lo que más me preocupa del asunto es el uso de las palabras. Y aquí es dónde se podría utilizar un poco de aquello de la “reducción al absurdo (reductio ad adsurdum)” o alguna deducción légica. Así que voy a intentar analizar concretamente la frase: “las Jefaturas de Unidad de Enfermería pasan a denominarse Jefaturas de unidad asistenciales no médicas” En ella está implícito que la organización de la asistencia sanitaria se divide en dos partes: la “no médica” y la “médica”. En principio el cambio de nombre no responde a un cambio de realidad. Por lo tanto las unidades no se reestructuran , es decir, las unidades de enfermería pasan a denominarse Unidades asistenciales no médicas.
Es decir que “enfermería” es igual a “asistencia no médica”. Que puede considerarse como cierto. Pero veamos si lo es. Si la asistencia sanitaria se divide según la nueva denominación propuesta en “médica” y “no médica”, y lo “no médico” igual a “enfermería”. Podríamos entonces cambiar el signo de las negaciones y decir lo siguiente: que lo “no enfermero” es igual a lo “médico”. Por consiguiente las “Unidades no de enfermería” son “Unidades asistenciales médicas”. Por último, pues, podríamos concluir según esta visión que todo lo que no es enfermero, lo que no pertenece a la disciplina enfermera, es médico y a la inversa. Inverso que es lo que precisa la nueva denominación, todo lo no médico, es enfermero.
Evidentemente la asistencia sanitaria es muy amplia y se compone por más realidades, sobretodo centrándose más en las personas que en lo médico y lo enfermero. Pero este “perverso” cambio de denominación lo que consigue es hacer girar el eje de la asistencia sanitaria en un único pilar, puesto que está lo médico y todo lo demás. Provocando además una visible pérdida de identidad en el sistema sanitario de las enfermeras que se diluye en “todo lo demás”. Y que por lo tanto, puede facilitar la delegación de la organización de los cuidados, nuestro ámbito de actuación, en otro tipo de personal, que no conozca los vicisitudes de los mismos. Algo que sin duda puede llevar a un retroceso en un sistema sanitario. Algo que además toma el camino contrario a lo que persigue incluso la OMS, con la campaña #nursingNow.
Campaña que se basa en los descubrimientos del informe Triple Impacto, que llega a la conclusión de que el empoderamiento de las enfermeras además de mejorar la salud en todo el mundo, contribuiría a una mayor igualdad de género y construiría economías más fuertes. Y sinceramente, apartándolas del sistema, no parece ser el camino más adecuado para el abordaje de los retos de salud del s. XXI.
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