Tecnología, Internet, conectividad, wifi, 4G, social media, eHealth,  conectar, salud, telemedicina… ¡Qué bien suenan los términos  tecnológicos del siglo XXI aplicados a la salud! Como se suele decir, ya  tenemos todo en la palma de la mano. Hemos llevado la tecnología, la  salud y el cuidado incluso a los domicilios de los pacientes. Tenemos  consultas online, robots que operan, relojes que monitorizan arritmias, desfibriladores que analizan el corazón y funcionan casi solos, mil aplicaciones que gestionan nuestra salud. Pero a estas alturas nadie, ninguna tecnología ni ningún aparato ha solucionado la problemática del escaso cuidado que recibimos quienes nos dedicamos a cuidar.

Me gustaría que tuviéramos tecnología suficiente para cuidar a quienes cuidamos. Nadie ha inventado nada para el burn out, ni para solucionar los lamentables ratios con los que trabajamos. La tecnología tampoco arregla nuestros sueldos tan poco acordes a nuestras responsabilidades, ni nos hace aprobar una oposición que, según mi opinión, poco valora lo que sabemos. Tampoco hay una tecnología útil que valore la calidad de lo que sabemos y los méritos que hemos hecho; o que, por lo menos, controle los puntos de la bolsa (para que nada ni nadie se la salten a la torera).

Echo en falta una notificación en mi móvil que diga “hoy no trabajas, vete a tu pueblo a ver a tu familia” y una aplicación que monitorice el riesgo de infarto u obsesión asociado a un número largo en las pantallas de nuestros teléfonos. Tampoco hay una tecnología que cuente la cantidad de “mini-micro-mierdas” (con perdón) de contratos que nos hacen. Por desgracia, tampoco hay antivirus contra aquellos que nos agreden mientras trabajamos, ni ninguna tecnología de última generación que nos regale 6 horas al día para investigar, porque claro, también hay que investigar.

Pero es que, además, no tenemos manera de desinstalar los sentimientos con los que lidiamos diariamente. Debería existir algo que cuide a quienes vemos como se apagan vidas a nuestro alrededor diariamente: vidas de 2 horas, de 2 meses, de dos días, de 90 años. Da igual que a esas personas que se van les saludes diariamente en tu planta, o que te acabes de presentar tirada en el asfalto entre cristales en sus últimos segundos de vida. Se van. Y esas personas fueron madres, padres, hijos, primas, hermanos…Y es con esa familia con la que te quedas y la que también tienes que cuidar. Y por mucha vocación que tengas, por mucho que adores tu trabajo, por mucho que lo veas todos los días, te rompes por dentro cada vez que lo vives. Luego vuelves a casa con tus hijos, con tu pareja, después de ver cómo Ana, de tu misma edad, ha dejado este mundo. Este mundo en el que se quedan sus hijos y el resto de su familia. Y miras a los tuyos y te vuelves a romper.

Me gustaría que hubiera tecnología para apagar el sentimiento que se me ha quedado tras discutir con mi pareja. «Power off, disconected» es lo que dicen mis auriculares bluetooth cuando los apago. Ojalá esa tecnología también para apagar nuestra vida personal en algunas ocasiones y poder entrar en el turno sonriente para dedicarnos cien por cien a la vida de los demás. Me gustaría encontrar un algoritmo matemático y/o tecnológico que te diga qué hacer con tus emociones si hoy has visto un accidente de tráfico y ha muerto el ocupante de 8 años y la de 3, y los dos de delante están graves pero todavía con hilo de vida preguntan por los de atrás. Hay tecnología de reconocimiento facial, pero no de cambio instantáneo de emociones facial. Y no, no existen el botón del modo “tripas-corazón” para ir al siguiente aviso como si no hubiera pasado nada (¡ah! y normalmente sin comer, jugándote la vida y llorando por dentro).

No hay manera de hacer SEO para posicionar a los primeros puestos de importancia la necesidad de cuidado que tenemos las enfermeras y el resto de profesionales sanitarios del CUIDADO. Parece que le damos bastante igual a todo el mundo, pero nos tenemos entre nosotras. Y afortunadamente para eso sí usamos la tecnología, las redes sociales (aunque desgraciadamente otras veces usemos esas redes también para machacarnos), los debates y los blogs para desahogarnos. Pero a nadie se le ha ocurrido ponernos un psicólogo que nos eche un cable para mantener nuestra salud mental.

Y es que al final, podemos con TODO. Con nuestros turnos caóticos, con llamadas antes del turno con pocas horas de antelación, con miles de contratos precarios diarios o incluso horarios. También podemos con la familias, las de los demás y las nuestras; con los sentimientos negativos, los de los demás y los nuestros. Con cursos, oposiciones, máster, horas de formación obligatorias, horas de investigación voluntarias. Y además de todo esto, también nos gastamos el dinero en viajes y congresos. También podemos con nuestros jefes, sus caracteres insoportables, sus faltas de respeto, de liderazgo, de motivación y su falta de formación en eso de saber gestionar PERSONAS.

Llevamos una mochila con muchas horas invertidas en los demás, mientras nos lo ponen difícil. Y en esa mochila también va nuestro álbum de fotos mental de nuestra vida. Está escaso de fotos porque nos hemos perdido mucho: muchos cumpleaños, muchos eventos, demasiados momentos a los que hemos faltado… Repito, al final podemos con TODO porque las enfermeras y quienes nos dedicamos al cuidado somos de otra pasta. Y somos capaces de seguir cuidando pase lo que nos pase, pero todo tiene un límite.Estoy pensando que a lo mejor una enfermera es lo más parecido a la mejor tecnología punta que existe… Pero hasta la mejor de las tecnologías se rompe si nadie las cuida, hasta la mejor de las enfermeras se rompe si nadie la cuida. A lo mejor lo que necesitamos es una actualización, o directamente “resetear a fábrica” todo el sistema e instalar con urgencia la aplicación del AUTOCUIDADO.