Introducción
En estos últimos meses, justo coincidiendo con la pandemia de la Covid19, he estado inmerso en una montaña rusa de emociones en lo personal, con subidas y bajadas, todo relacionado con el cuidado en lo personal, en lo familiar, como cuidador principal y fuera del rol de enfermero, aunque siempre desde la perspectiva ineludible como tal.
En estas líneas voy a intentar reflejar algunas de las cosas que he sentido y vivido cuidando a los míos en los tiempos del covid19, durante el embarazo y el nacimiento de mi segundo hijo, durante la enfermedad en un hospital. Relatos de cómo me he sentido cuidando y de cómo me han y nos han cuidado.
Espero que estos pequeños relatos os parezcan interesantes, que además nos sirvan para reflexionar sobre como lo hacemos y nos adaptamos a estos tiempos de Covid19. Escritos desde el corazón y con la experiencia vivida como escenario de fondo. Quizás de las cosas más intimas que habré escrito y publicado.
Relato 1: Una situación embarazosa
Cuando nos quedamos embarazados, nada hacía presagiar que una pandemia de dimensiones globales nos afectaría. Creo que ninguna de las películas apocalípticas que he visto, consiguió nunca hacer una foto precisa de lo que podría suceder.
Un embarazo es una etapa mágica de la vida, cuando se vive con cariño y amor. En este caso, nos brillaban los ojos tan sólo con pensar en revivir esos momentos con nuestro segundo hijo. De hecho, los primeros controles del embarazo fueron como esperaba. Siempre es inquietante la primera ecografía, es mágico ver cómo la vida crece, como se mueve el embrión, como la vida se abre paso. Más nervioso, aunque sea de segundas, se pone uno ante la ecografía que se hace en el segundo trimestre, la llamada morfológica. Dónde el/la ginecóloga revisa en su mayoría las estructuras morfológicas del feto, descartando enfermedades, malformaciones y demás. He de decir que en estos momentos el que la persona que realice la ecografía te acompañe, te explique y te vaya diciendo los hallazgos es importantísimo. No tan sólo para la madre, sino que también para la pareja (el acompañante), padre en este caso.
Por esos entonces la Covid19 se encontraba viajando entre Asia y Europa, quizás entre China e Italia, quizás ya un poco entre nosotros. Y hasta ese momento los cuidados, las visitas seguían el patrón esperable. Visitas en las que podía acompañar a mi mujer, en las que compartía las dudas y las explicaciones de ginecólogos, comadrona, enfermera. Hasta que la pandemia nos alcanzó.
Conozco de sobra lo difícil que resulta actuar ante la incertidumbre, lo complicado que ha resultado (y resulta) el implantar protocolos restrictivos con la intención de proteger y protegernos. Lo conozco porque lo he vivido, como enfermero y como supervisor de enfermería en un hospital, algo que se sumaba a la incertidumbre en el embarazo. Vivir un confinamiento (ésta será una frase para el recuerdo), con un hijo de 5 años, mujer embarazada, trabajando más que nunca, y sin poder (ni querer) abandonar el hogar. Por supuesto adopté mis medidas al entrar y salir de casa, rezando por no ser alcanzado por el dichoso virus. En fin un rollo.
Llegó la ecografía de control, ecografía que era diferente. Debido a la edad de la madre y a que el feto era algo pequeño, decidieron hacer más ecografías. Pero esta vez las reglas habían cambiado… No podía entrar a acompañar a mi mujer a la consulta, norma que uno acata con resignación a causa de la situación. Os imagináis los nervios en la sala de espera, los minutos se hacen horas, los segundos también, es como si el tiempo se parara.
Tras la espera sale con un diagnóstico CIR (crecimiento intrauterino restringido), -“me han dicho esto, que es demasiado pronto para tenerlo, y que debo bajar a urgencias de obstetricia a que me controlen el latido y demás, no te preocupes, por el teléfono te iré diciendo, porque por supuesto tú no puedes entrar”-. Dios, que entereza pensé, con lo nervioso que estaba yo. Evidentemente nadie salió a explicarle al padre lo que habían visto, ¿para qué? Acaso no forma parte de la historia, acaso no es fundamental como parte implicada. Pues ese día aprendí el papel del padre en tiempos de Covid19: Zero, patatero, al menos ese es el pensamiento que me invadía.
En la sala de espera de urgencias decidí no sentarme, deambular entre sillas con cartelería de respetar la distancia de seguridad y no sentarse, mientras miraba el teléfono con impaciencia. Si antes el tiempo se había parado, ahora estaba en una especie de limbo. Nadie me dijo en ese tiempo, es usted el Sr. Tal, marido de Cual, tranquilo su mujer está así o asá. Mientras tanto si que veía el vaivén de sanitarios entrando y saliendo, cada cual con su pantalla, mascarilla y atuendos varios pandémicos. Veía como entraban y salían, hablaban, comentaban y hacían, en ocasiones reían. En la hora y pico de espera, busqué el consuelo en una compañera comadrona, quién me tranquilizó y me explicó lo que pasaba aparentemente y que me dio todo su apoyo en lo que hiciera falta, (gracias Txell). Tan difícil es, unas simples palabras, la explicación de un experto, el porqué de las cosas. Tras la espera, todo estaba bien, deberíamos seguir más controles, en otro centro con más recursos ante un posible parto prematuro. Por supuesto esto me lo dijo ella, al salir por la puerta de blindada de urgencias. Ya se había acabado la cordialidad de las primeras ecografías, ya no había explicaciones a tres bandas, ahora ella debía asimilar todo lo bueno y todo lo malo para compartirlo conmigo, ahora todo era más frio. Y, en ese ahora, yo sentía rabia por dentro, que triste se había vuelto todo.
Me daba rabia pensar en que si no podía entrar yo a la ecografía, porqué habían entrado desde el despacho contiguo a la consulta de la ecografía varias veces, seguro que mientras hacían sus tareas, pero para hablar de lo feo que se presentaba el verano, para explicar que seguramente se acogía al hotel para sanitarios. ¿Qué pasa, que nos creemos que las paredes son de plomo? No lo son y en ningún hospital. Me enfurecía más todavía no haber liado el pollo un rato antes, (no soy así), tras ver que de la ecografía anterior de la consulta salía un marido, con su mujer, de hacer la ecografía, que por lo que comentaban ellos mismos, se había hecho la vista gorda porque era una enfermera de la casa. Como si las normas no fueran para todos. Como si la pandemia no afectara a todos por igual, como si los pacientes y sus acompañantes fueran ajenos a todo lo que pasa. Perdemos el sentido, mucho y muchas veces.
Los siguientes controles fueron en otro centro, pero en el que las normas y restricciones cambiaban por momentos, y dónde la cosa pintaba más seria. Si la primera vez puede entrar a la sala de espera, la segunda ni tan siquiera eso. Por dentro me decía, es por un bien común, ha tocado y ha de ser así. Fuera, en las esperas, veía a los otros futuros padres, cada cual con su ritual para aliviar la incertidumbre del tiempo. Todos merodeando por las afueras del hospital, un café de máquina, una llamada de teléfono, algo de teletrabajo, miradas cruzadas, algún cigarrillo indebido, y como no, miradas al infinito.
En este primer relato quiero hacer hincapié en que debemos cuidar al conjunto, de una manera más holística, a la persona y a su entorno, al ser bio-psico-social-espiritual, debemos intentar ponernos en la piel de las personas y en sus sentimientos. Desde aquí quiero acordarme de todos los que han vivido un embarazo en esta situación de pandemia, y que han visto como todo ha cambiado y se ha vuelto más frío. No os podéis imaginar lo que reconforta una breve explicación, un “todo va bien” de un experto.
El cuidado es algo muy complejo, que la pandemia nos ha hecho reformar por obligación, los rasgos humanos inherentes al cuidado son los que no podemos obviar y desplazar, ni por esta ni por mil pandemias que vengan. Es al contrario, son los que debemos reforzar y aprender a hacerlo, por mucho sacrificio que posiblemente nos cueste. Es más que necesario el pensar en ello y no parar de reflexionar en cómo podemos hacerlo mejor.
Estimado Fernando:
Tu relato me ha conmovido. Siento de corazón que al sufrimiento inevitable que conlleva la pandemia se sumara tanto sufrimiento evitable. Gracias por compartir tu vivencia como padre y tu reflexión como enfermera. Siempre aprendemos contigo, compañero. Un abrazo cálido y los mejores deseos para los cuatro.
Elena
Gracias Elena