Como lo prometido es deuda, sigo con mi relato de sobre “mi experiencia” en el otro lado. 

Como os contaba la primera intervención todo lo bien que yo esperaba. Y que el propio cirujano me informó de que debía llevar durante un tiempo un catéter, que sería extraído en una segunda intervención. 

Y fué aquí donde pude comprobar como afectan las decisiones que tomamos los profesionales, como de importante es la organización y los procesos en la salud de las personas. Es un tema del conjunto de los profesionales, del equipo, de las individualidades, del uno y del todo.

Para comenzar, en la visita de control, el cirujano me informó de que la nueva cirugía sería como la anterior, mediante cirugía mayor ambulatoria (CMA). A lo que yo corrijo, que la citación que he recibido vía telefónica era mediante cirugía con ingreso, con una noche mínimo. En ese momento lo verifica, y efectivamente comprueba la certeza de lo que le digo. Lo achaca a que posiblemente es un tema de agenda y programación por la fecha, pero que que si me fuera bien la intervención podría marchar a casa en el mismo día. 

El día de la intervención, todo bien, al principio. Fui ingresado, siguiendo protocolos de ingreso, identificado y vestido para la ocasión.  Al cabo de poco tiempo vino un camillero para llevarme a quirófano. El chico, muy amable y profesional, obvió un pequeño detalle, indicarle a un acompañante dónde debía ir para esperar a ser informado cuando terminara la intervención.Detalle que al ingresar obvió también la enfermera, y que subsanó al ver que se quedaban solos los familiares en la habitación.

 

Mientrastanto…

Fui ubicado en la zona prequirúrgica. Lugar en el que tras 1h de espera pude ver pasar varios pacientes: el pólipo, la hernia, el ombligo… Menosmal que a nosotros nos llamaban por el nombre. Pero es curioso observar los devenires de personal, celadores, etc…

Llegó mi turno, tras la verificación (eres Fernando <) pasé a la sala quirúrgica. Si en la anterior ocasión, me había dormido apenas antes de enterarme de nada, acompañado por las indicaciones del anestesista, respira hondo, muy bien, respira.. en esta segunda intervención fue diferente. Mientras comenzaban a manipular mi cuerpo, el anestesista me espeta un: tranquilo, es la primera vez que pincho…., pero ves no me fué tan mal” y continúa diciendo “ahora prepárate para viajar…” Para mis adentros pensé vaya tela, pero eso me hizo pensar en que si a una persona ajena al gremio le hacían algo similar como debía sentirse… ¿que tipo de confianza sentirían, ya no hacia el profesional en sí, sino hacia el equipo? ¿Realmente pensamos en cómo hacemos sentir a las personas en momentos tan vulnerables? A veces, rutinas en trabajos tan humanos, quizás nos hacen perder el sentido, sin duda algo para reflexionar, pero todos.

 

Una vez despierto….

En la zona de reanimación, sin dolor, esperé a ser dado de alta, mientras me entretenía entre controlar mi monitor y el de otros compañeros de sala. Entretenido también con la conversación de la enfermera que salía y la que llegaba, una hacía pocas horas porque tenía una jornada reducida, la otra lo pasaría bien en breve porque ya quedaba poco para marchar de vacaciones…

Una vez altado, el camillero me recoge, pasamos por una sala de espera y pregunta por mis familiares. Veo a mi mujer, el chico les pregunta amablemente, ¿ya os han informado? y ella responde, NO. Vuelta a comenzar… Pues deberían haberlo hecho, el chico pregunta por el Dr, que ya había marchado y entonces decide llevarme a planta y allí hablar con las enfermeras.

Una vez en planta, llegué a mala hora. Y digo esto porque era justo antes de cambio de turno. Me ubican, me hacen los controles pertinentes, el camillero informa de que no nos han informado de la Intervención. Yo informo también a la enfermera… Al parecer algo habíamos hecho mal, porque eso no podía ser… 

A pesar de no tener todo mis sentidos al 100% escucho la conversación del pase de turno de las enfermeras en el control de enfermería: “El paciente de la habitación tal es una… que acaba de llegar de quirófano…” A todo esto no sintonicé bien que me habían hecho y si la intervención había ido bien… A los pocos minutos entra una nueva enfermera a la habitación, se presenta y me dice que es la persona que estará esa tarde. Yo le comento de nuevo que si podía informarme de que me habían hecho ya que no nos habían informado…

Pues vaya, eso de nuevo “eso” no podía ser: “eres una IQ de la mañana y ya te tendrían que haber informado, y yo no te puedo decir nada, tendré que hablar a ver si hay alguien que te pueda informar…” Al parecer le había roto el esquema… comencé a pensar si casi escucho el diagnóstico en el pase de turno que habían hecho, ¿por qué no me puede decir como ha ido a grandes rasgos según el informe?, dejando los detalles al médico, con lo bien que había empezado y cómo se ha puesto en un momento, y por supuesto mi familia se comenzó a impacientar. 

Al cabo de una media hora, mientras yo tranquilizaba a la familia, entonces apareció un médico residente que no había estado en quirófano pero que se presentó y me explicó a grandes rasgos cómo había ido todo. Mi familia se alivió, yo no tanto al saber que no era quién me había operado, pero bueno…

A partir de ahí, la enfermera se alivió también, porque cambió el tono… Y yo me esforcé en recuperarme pronto poder marchar esa misma tarde, como hice. 

El resto… estoy bien, así que bien!

Moraleja, por mucho que queramos, no somos conscientes o nos cuesta mucho serlo de cómo influyen nuestras acciones sobre las personas que tratamos. Una frase, un gesto, una explicación discordante… 

¿Sin darnos cuenta somos capaces entre todos de “inocular miedo”, en vez de calma? Clic para tuitear

No quiero que esta entrada se vea como una crítica fea hacia los compañeros, mucho menos a los que me han tratado, sino como una oportunidad en para la reflexión y el análisis. Una oportunidad de verlo a través de los ojos de un profesional. Se trataba de un proceso quirúrgico simple, os imagináis en otro tipo… ¿Será diferente? ¿El hecho de que sea una proceso simple hace que no estemos tan alerta como deberíamos estar a nuestras acciones? ¿Relativizamos todo? ¿Sin darnos cuenta somos capaces entre todos de “inocular miedo”, en vez de calma?

 

PD: La identificación activa del paciente sigue siendo una asignatura pendiente…

 

Esta entrada se ha escrito escuchando “Fear Inoculum” de Tool