Con la reciente celebración del Día Internacional de la Mujer, el pasado 8 de marzo, queríamos sacar a la palestra un tema, por desgracia de actualidad, que supone un problema de salud pública. El alcance es tal que en 2013, la Organización Mundial de la Salud declaró la violencia contra la mujer como “un problema de salud global de proporciones epidémicas”.

La Asamblea General de Naciones Unidas definió, en 1993, la violencia de género como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

Según los datos recogidos por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad entre los años 2007-2017, a día 2 de marzo de 2017 se ha recogido la cifra más alta muertes por violencia de género de los últimos 10 años, igualandose con cifras de 2008, peor año, de los citados anteriormente, con un total de 76 muertes por violencia de género. Poco a poco resultando un problema cada vez más visible, mucho queda todavía por luchar y conseguir no sólo la visibilización absolutamente necesaria, sino una más que obligada desaparición y correcto abordaje.

¿Qué podemos hacer las enfermeras ante la violencia de género? ¿Cómo podemos reducir su impacto? ¿Tenemos herramientas para ello? ¿Disponemos de protocolos bien implementados? Clic para tuitear

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad nos facilita un texto denominado “Protocolo común para la actuación sanitaria ante la Violencia de Género”, cuyo última actualización data del año 2012, y el cual dispone: “La Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, establece en su artículo 15 que las Administraciones Sanitarias, en el seno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SNS), promoverán las actuaciones de las y los profesionales sanitarios que permitan la detección precoz de la violencia de género y propondrán las medidas necesarias para mejorar la eficacia en la lucha contra este tipo de violencia mediante el desarrollo de programas de sensibilización y formación continuada del personal sanitario que permitan impulsar el diagnóstico precoz, la asistencia y la recuperación de las mujeres maltratadas. El diagnóstico y la atención a la violencia de género, tanto en el ámbito de la asistencia primaria como en el de la especializada, están incluidos en el Real Decreto 1030/2006, de 15 de septiembre, por el que se establece la cartera de servicios comunes del SNS y el procedimiento para su actualización.” Así pues…

...desde los servicios sanitarios disponemos de protocolos y actuaciones para poder frenar y detectar cualquier caso asociado con la violencia de género. Pero, ¿cómo podemos afrontar estos casos? ¿Estamos realmente formadas para ello?. Clic para tuitear

En el más amplio sentido de lo práctico, por la gravedad de lo que acontece y la necesidad de dar una rápida solución, la burocracia y el protocolo, en muchas ocasiones, aunque evitan la variabilidad y estandarizan los procedimientos, son el primer escollo que nos encontramos en el  largo camino. Los procedimientos son lentos, los trámites dificultosos y la evaluación y resolución se hace demasiado larga.

Puede que lo más complicado a la hora de detectar un caso de violencia de género sea que la persona se abra hacia el personal sanitario. La falta de confianza y privacidad supone una barrera infranqueable, sumado a la difícil situación de asimilar y aceptar lo que está sucediendo. Las consultas de Atención Primaria suponen una importante herramienta a la hora de detectar y ayudar a las mujeres que sufren violencia de género, especialmente por la facilidad de obtener un ambiente de privacidad y tranquilidad, más sencillo que en otros espacios sanitarios como puede ser un hospital. Aunque muchos no vean la similitud, la precariedad laboral afecta negativamente a la hora de detectar casos de violencia de género. El vínculo de confianza entre paciente y enfermera supone una de las bases que favorecen la detección precoz de casos de violencia de género. Vínculo que resulta muy complicado de establecer con contratos precarios en los que pasan cuatro enfermeras por la misma consulta de Atención Primaria a lo largo de un año. ¿Cómo podemos ganar la confianza de nuestras pacientes si trabajamos días sueltos en Atención Primaria y, en muchas ocasiones, ni siquiera en la misma consulta?

Dentro del Sistema Sanitario disponemos de una red conformada de diferentes ramas para dar cobertura a las necesidades de la sociedad. El entramado de dicha red nos muestra un equipo multidisciplinar donde trabajan diferentes estamentos, sanitarios y no sanitarios que son los que supuestamente dan cuplimiento al protocolo, pero… ¿estamos intercomunicados?, ¿realmente se trabaja en red?, ¿conocemos el protocolo existente?, ¿está dicho protocolo integrado en nuestro centro de trabajo?, ¿se muestra el protocolo a los trabajadores y se explica su uso?, ¿está ese protocolo adaptado a las necesidades reales para lograr resolver el problema existente?.

Y para terminar, debemos irnos al principio del problema. Tenemos la seguridad de que toda las enfermeras prestarán en su consulta una atención cálida, acogedora y técnicamente exquisita a todas las mujeres y familias afectadas por este cáncer social. Pero quizás sea hora también de reflexionar, con algo de tristeza y perplejidad, sobre nuestra tímida respuesta institucional y como profesión frente a la violencia y, aún peor, sobre sus determinantes. Desde los colegios profesionales vemos varias ofertas sobre formación acerca de violencia de género, sobre cómo afrontarla en la consulta y reclamaciones de competencias a la hora de actuar, ¿pero cuál es la respuesta de dichas instituciones? ¿Cómo podemos la enfermería actuar como dique ante tal situación? La mejor respuesta ante un problema es ser proactivo y educar desde la base ya que el hecho de que una persona llegue a la consulta para hablar sobre violencia de género supone estar en el último eslabón de la cadena.

La enfermería, como profesión sanitaria, tiene el deber de educar a la población y lanzar un mensaje activo promoviendo ciertas conductas y actitudes saludables. No solo debemos promover una alimentación saludable, hacer ejercicio y cuidar nuestro descanso. La educación para la salud en materia de violencia de género entra también dentro de las competencias de enfermería y, por desgracia, es un aspecto que no se ve muy a menudo, más bien centrándose en el final de la cadena.

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Por ello, queremos animar a compañeras e instituciones a promover conductas saludables en el ámbito de la violencia de género para poder cortar desde la propia raíz y no dejar que se expanda esa espora que tantas desgracias trae a lo largo de los años. Ni una menos.

Por @IsabelPrez10, @castrocloud y @davidplenur.

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